Primera Ley de la Osteopatía: El cuerpo es una unidad
Todas las partes del cuerpo se encuentran integradas.
A nivel anatómico, puede observarse que la totalidad del cuerpo y sus sistemas están unidos por medio de la fascia (membrana fibrosa parecida a una tela, que envuelve todas las estructuras y las interconecta).
La Fascia es continua de principio a fin, de modo que une un sistema con otro y permite que trabajen en armonía.
En esta idea de unidad también se destacan la compensación y la adaptación.
El cambio en un sistema se acompañara de adaptación en otro, tratando siempre de mantener un sistema integrado y funcional.
Por tanto, una variación en cualquiera de los sistemas orgánicos ejercerá un efecto sobre otras áreas.
Una analogía para comprender este concepto es la siguiente: el cuerpo humano como una carpa de campamento.
La carpa posee una tela que la envuelve (seria la fascia o tejido conectivo) y palos que la sostienen (serían los huesos).
Si la carpa es traccionada o tironeada de su tela en un punto, esta se inclinara y todo su sistema será “arrastrado” hacia ese punto o zona de tensión.
Esto hará que los palos que la sostienen también se reorganicen para que esta se acomode a esa nueva situación.
Al soltar la tela de la carpa, al liberarla, esta tiende a autoestabilizarse (vuelve a su centro, su eje, de manera automática).
Lo mismo ocurre con el cuerpo humano: si hay alguna restricción en el tejido conectivo o fascia, que genera una tensión en el sistema, este se adaptara buscando el menor gasto de energía, máximo confort y equilibrio.
El objetivo de la Osteopatía es liberar estas restricciones, para que el organismo pueda volver a su eje y se autoestabilice, como lo haría la carpa en la analogía antedicha.